viernes, 15 de julio de 2011

17 de Mayo de 1921.

Hubo una vez un anciano que… No. Demasiado típico… Empecemos de nuevo. Érase una vez… No. Demasiado enternecedor. Ya sé. Sí, perfecto. Empezaremos por el final. Sí. El final de todo. Y es que se fue. Después de todo, él se fue. Por muchos llantos, sonrisas o muecas… él se fue. Y puede ser que lo esperáramos, sí, pero eso no resta la pena que nos diera al irse.
Era una persona maravillosa. Cariñoso, alegre y divertido; romántico, que no falte el amor que sin duda alguna sentía hacia su esposa.
Ahora que sabéis cómo era él, comencemos con su vida. Desde el principio de los tiempos, sí, su historia, digamos… la biografía de su vida.
Érase un 17 de mayo de 1921. Una persona nace y 3 años después padece de polio, una enfermedad atacante a las extremidades que le deja cojo. Un pie medio deforme, arreglado más o menos con una bota especial.
Su vida, llena de travesuras le aventura en la trepidante anécdota de ser perseguido por una manada de toros con sus amigos, llevándole, tras la desesperación, a arrojarse a un barranco.
Otra de sus historietas, ponerle a las gallinas un corcho en el ano para que “explotasen”.
Sí, sin duda ese chiquillo era un chavalín un tanto traviesillo.
18 años después, a la edad ni más ni menos que 21 años conoce a la hermana de un buen amigo suyo. Se podría decir que se convierte en el centro de su vida: casarse con ella.
Con un cruce de miradas a la puerta de una iglesia tras un canto en el coro, con palabras dulces y la voz cambiada le dice a su buen amigo Manolo: “¿Qué edad tiene tu hermana?”
A lo que Manolo contesta: “12, ¿por qué?”
Su expresión dulce y cariñosa se convierte en casi una burla: “Pues ¿sabes, querido amigo? Si tu hermana fuese algo más mayor se podría decir que seríamos cuñados.”
La mirada de Manolo se extraña, pero lo deja estar, a pensamiento de que son chorradas de su amigo.
3 años más tarde, operan a esa chiquilla, a la edad de 15 años, de la espalda, quitándole un hueso de la espinilla para colocárselo en la columna vertebral. Una operación bastante difícil, por aquel entonces, 1945.
Este hombre, ya con 24 años de edad, se entera por su buen amigo Manolo de esta noticia. Inmediatamente después, se presentaría en el hospital para verla.
Tras largas idas y venidas, visitas en el hospital cada día, a la misma hora, llevando la revista “Parati”, le expresa su amor y le pregunta por fin si desea ser su novia. Ella, espantada por ser 9 años mayor, le reniega, pero se queda pensándolo, pues podría ser que ella sintiera algo más que amistad por él.
Su hermano mayor, aconsejándola, le dice que sin duda alguien como él, no encontrará: “Quizás parecido, pero hermanita… como él, nadie”.
Tras un año de reposo en una incómoda cama de yeso, ella sale por fin a la calle y aspira libertad.
14 de octubre de 1946, ella a la edad de 16 años, acepta salir con él.
Tras la respuesta, se vuelve loco, gritándolo a todo el mundo, diciéndolo por todos lados, yendo a un joyero a encargar una medallita de una virgencita con una inscripción por detrás: “14~10~46”
Sí, y se la da como regalo a ella, su novia, 9 años menor.
3 años después, ella a la edad de 19 años y él 28, se casan, en una boda íntima pero perfecta.
Desde entonces, todo es felicidad, su primera hija, a la que sigue un niño, que con apenas unos meses de edad sigue los pasos del padre, sufriendo polio. A la siguiente, ya la 3ª de la familia, se le complica el parto y sufre una pequeña parálisis cerebral que la deja con la mentalidad de una niña de 4 ó 5 años, aunque con un corazón tan grande como una casa, y tan cariñosa como nadie.
A ésta, le siguen otros 8, alternándose… Niña, niño, niña, niño, niña. Pero cuando tocaría el noveno descubren que no trae un pan bajo el brazo, sino un hermanito gemelo. Con estos harían 10 los hijos de esta familia, pero aún queda tiempo para uno más.
11 son los hijos que tiene esta enternecedora pareja, y 17 los que viven en un piso concedido por el ayuntamiento, contando padres, hijos, tías y abuelos.
Cuando la octava de los hijos, destacada por su estrepitosa salud pero gran personalidad, tiene 14 años, se podría decir que en 1980, compran su casa en el campo, para que esta chiquilla estuviera cerca de una buena amiga suya.
Y así transcurren los años, con sus idas y venidas, arreglando esta gran finca y creando así su verdadero hogar, junto a algún que otro hijo y algunas tías.
Pero llega ese momento en que tras una vida larga, llena de aventuras, la salud comienza a decaer.
Ya no podría caminar sin bastón, pero aún podría regalar su sonrisa a sus nietos, que son 17 ni más ni menos, y a sus 2 bisnietos, procedentes de su nieto mayor, hijo de su primogénita; y su esposa.
Al final, cualquier historia debe acabar, sea un final feliz o triste…
Y este final llega tras un ictus cerebral y la parálisis momentánea de la parte derecha de su cuerpo, es hospitalizado. Muchas visitas, vigilancia constante y cariño aún dado. Se esfuerza por seguir sonriendo a pesar de su malestar y dolor.
Y este dolor se acaba un 24 de febrero de 2010, donde Rafael Sánchez Lozano, aún presente en nuestros corazones, nos deja; con un permanente dolor en nosotros.
Ahí está, mirándonos con sus radiantes ojos verdes aún llenos de viveza y salud, desde la pared de detrás de la barra del bar de su casa del campo… de su hogar.

Todo comenzó un 17 de mayo de 1921.

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