sábado, 15 de junio de 2013

Presente enfermizo.

Está nerviosa y rodeada de gente. Todos muestran su mejor faceta, se ha embarcado en un mundo completamente nuevo y diferente. Y está sola. Ella sólo desea pasar desapercibida. Pero no lo hace. Es el centro de atención. No le gusta. Y todos parecen darse cuenta.
Tras dos meses comienzan los insultos. Ella se muestra fuerte, pero comienza a afectarle. Las agresiones se abren paso, y tiene miedo.
Si está deprimida, nadie lo percibe. Si sufre, a nadie le importa.
Después de tres años todo termina, pero es tarde. Ya no confía en las personas. Ella dormirá llorando cada noche, preguntándose qué hizo mal. Nunca volverá a ser lo mismo. Y ella lo sabe. Los recuerdos la perseguirán convirtiendo su pasado en un presente enfermizo.
Nunca nadie sabrá la verdad.

sábado, 9 de marzo de 2013

Prométeme que eres feliz.





El once de enero de dos mil trece te aseguré que iría a verte. Pero no fui. No cumplí esa promesa. Y ahora ya es tarde. Ahora ya no puedo decirte lo mucho que lo siento y las tremendas ganas que tengo de verte. Ya no puedo decirte que lo que más deseo es que me abraces, me sonrías y me hables. Ya es tarde… y no podré ver tus ojos brillando nunca más. Ya no podré observar cómo te ríes; sólo podré escuchar palabras tratando de animarme, de hacer que me olvide de ti.
Pero yo quiero que vuelvas. Quiero que me des paseos por Sevilla y que me regales tus collares. Quiero que me cuentes las mismas historias de siempre y que las exageres como siempre hacías. Quiero que me cantes y me cuentes chistes verdes. Te quiero a ti, sólo a ti, con tus virtudes y tus defectos, con tu voz y tus pelos de loca; te quiero aquí, ahora, a mi lado, y que me digas que soy feísima como mi padre y sin embargo la niña más bonita de Andalucía.
Eso es lo que yo quiero, sí. Y cada vez que mire una foto tuya sólo podré pensar en que te fallé. No cumplí mi promesa. Ese remordimiento me perseguirá siempre, pero lo único que me consuela es saber que lo último que te dije es que te quiero. No te haces una idea de lo muchísimo que te quiero.
Sólo espero que allá donde estés ahora mismo, con tu cabellera despeinada y tu sonrisa picante, seas feliz. Es lo único que necesito saber. Prométeme que eres feliz.  

sábado, 6 de octubre de 2012

¿Dónde quedaron todas esas promesas?




No sé ni por dónde empezar...
Crees que conoces a la gente, y un tiempo después te das cuenta de que todo, o casi todo, estaba basado en una gran mentira; en un gran sueño que tú misma te empeñaste en hacer realidad... Confías secretos y te los confían a ti, comienzas a construir algo que crees que es verdad. Pero llega un día. Un día que en el fondo sabías que llegaría, pero mantenías la esperanza de que no fuera así... la esperanza nunca se pierde, ¿no?
Pasa un verano y todo empieza a ser diferente. Completamente distinto. Piensas que es tu imaginación, no le das importancia, hasta que empieza a adquirirla por sí solo... ¿Realmente eres tan ingenua de caer dos veces con la misma piedra? ¿De levantarte y continuar, sabiendo que volverás a tropezar y te darás otro trompazo contra la dura, fría y cruel realidad? Sigues manteniendo la esperanza, aún conociendo el final...
Karma, ¿y mi recompensa? Dar y recibir... ¡Ja! Años y años dando, para recibir una torta en la cara, un puñetazo al estómago y una patada en la espinilla...
Realmente, el final siempre es el mismo. Y es que todo lo bueno acaba, aunque cuando te pones a pensar, ¿realmente fue bueno? Sí, claro que sí, pero ¿cómo de bueno? ¿Lo suficiente como para calificarlo como tal? Puede...
Es increíble cómo puede cambiar alguien en un verano, o quizá venía de antes, quién sabe...
Tú quieres que sea real, lo intentaste al menos, no te diste por vencida. Pero la cuestión es cuándo comenzó a dejar de ser un sueño para convertirse en una pesadilla, ¿dónde quedaron todas esas promesas?

sábado, 18 de agosto de 2012

El amor de una madre.



Cambiará al paso de los años. Y tú estarás ahí para ayudarle. Errará, pues es humano, pero seguirás a su lado. Pase lo que pase, lo ignore o no, tú siempre estarás.
Te hará preguntas difíciles al principio, te dará respuestas horribles después. Se quejará por bastantes cosas, te ayudará en muchas otras. Agradecerás cada segundo que esté a tu lado, desde el primer instante en que lo resguardarás, frágil, en tus brazos.
Lo cuidarás y lo querrás más que a nada ni nadie. Sólo tendrás tiempo para él. Te perseguirá a todos sitios cuando empiece a aprender, y lo perseguirás a todas horas cuando haya aprendido demasiado. 
Te preocuparás por él cada minuto que pase lejos de ti, y todo lo que hagas, lo que digas, será por él. En ocasiones no sabrá apreciarlo, pero tú siempre mirarás primero por él. 
Le felicitarás en los logros y le animarás en los fracasos. Harás todo lo que esté en tu mano por hacerle feliz, y procurarás darle todo lo que se merece. 
Reirás si ríe, llorarás si llora. Os enfadaréis y os perdonaréis.
Cuando crezca se irá de tu lado, pero en tu corazón siempre seguirá siendo tuyo.
Encontrará el amor, y tú te alegrarás por él; pues un día, cualquiera, el sentirá todo lo que tú has sentido durante su vida. 
Porque no hay magia más grande, que el amor de una madre. 

miércoles, 4 de julio de 2012

Vales mucho.



Por fin alguien se da cuenta por lo que realmente he pasado. Me has llegado al corazón, querida. Gracias por conmoverte con mis escritos, por entristecerte al hablar conmigo recordando tiempos peores. Gracias por todo, porque gracias a ti me doy cuenta quién vale la pena, quién miente y quién sufre, quién ríe y quién llora. Nunca dejes que te pisoteen, que pasen por encima de ti. Nunca dejes que te miren a los ojos por encima del hombro, porque tú, sólo tú; especialmente tú... vales mucho.

lunes, 7 de mayo de 2012

D.E.P

Y mientras nos dirigimos hacia el último lugar en mi vida en el que quiero estar, pienso en todo lo que he vivido junto a él, en el shock que sufrí en cuanto me lo dijeron, en lo mucho que le echo de menos. Hemos llegado y estamos aparcando, y pienso en lo que debía sentir él sin poder conducir. Bajo del coche, veo a todos vestidos de negro. Yo destaco por mi falda a cuadros y mi chaleco rojo, el uniforme del colegio. Nos aproximamos a la entrada y saludo a todos los tíos, primos, amigos... la abuela. Con sus ojos rojos y llorosos, veo el dolor que transmite. Una lágrima recorre mi mejilla y recuerdo que esa misma lágrima fue la que no quiso salir ayer mismo, mientras estaba de pie, sin poder moverme; aturdida, confusa, paralizada. En aquel momento sentía tristeza, alegría, furia... Una explosión de emociones que se juntaron, consiguieron que no sonriese. No llorase. No enfureciese. Simplemente me quedé ahí, pensativa. Pensaba por qué no decía una palabra, por qué no me movía, por qué no soltaba una mísera lágrima como tantas veces había imaginado que sería. Entramos a la misa y me siento delante del todo, junto a la abuela. Siento que quiero abrazarla, consolarla, animarla. Mas no puedo. No me atrevo. No saco el valor suficiente para decirle a la abuela que lo único que quiero en ese momento es aliviar su dolor. El párroco comienza a hablar. Habla sobre la vida, el cariño, la familiaridad y la amistad... Trata de hacernos recordar, y ni siquiera sabe cómo era él en realidad. Nunca olvidaré esas meriendas de pero y queso fresco recién cortado que se tomaba junto a un café solo. Siempre me daba uno, se lo pidiese o no. Y mientras él merendaba los niños jugábamos con su bastón de metal oxidado de mango negro. Ese bastón que en alguna ocasión había utilizado como muleta. El párroco continúa hablando, miro a mi alrededor. Todos lloran, pero yo aún no siento la necesidad. Miro a la abuela sentada a mi derecha y creo que piensa lo mismo que yo, pueso sus ojos, a pesar de enrojecidos, están secos. Le doy un beso en la mejilla mientras recuerdo que a él siempre se lo daba en la frente, pues su bigote pinchaba. Su frente brillante y su media melena peinada hacia atrás. Ahora mismo lo que más deseo es verla de nuevo, mientras él se ríe mirándome diciéndome su mítica frase. Esa frase... Todos la conocemos. Me miro el pelo, hoy lo llevo suelto. Recuerdo de nuevo su frase, me gustaría escucharla de nuevo salir de su voz, entre carcajadas. Y es que él siempre estaba riéndose. Miro a su hermana, sentada al otro lado de la abuela, llorando. Y me inhunda una tristeza profunda al pensar que él murió sin saber que su otra hermana había muerto años atrás. Pero para qué decírselo, él estaba perdiendo la cabeza por momentos... Por mucho que dijeran los demás, cuando fui a verle al hospital por segunda y última vez, él me recordaba. Recuerdo perfectamente esos ojos verdes que me miraron fijamente sonriendo a medias, como podían, procurando no preocuparme; mientras él me apretaba mi muñeca con su mano izquierda. Y es que él siempre tuvo una fuerza inmensa. Desearía sentir una vez más esas manos tibias apretando mi antebrazo mientras él ríe al ver que intento soltarme mas no puedo... El párroco está a punto de terminar, y mientras pronuncia unas últimas frases, mis ojos se inhundan inmensamente y caen lágrimas desconsoladas recorriendo cada centímetro de mis mejillas hasta terminar en mis labios, en mi cuello, en mis manos. Mientras el párroco se aproxima dando el pésame a los que estamos sentados en el primer banco, miro a mi al rededor, todos lloran. Ahora recuerdo que nunca le vi llorar. Tuvo una vida difícil, pero sin duda feliz. Nos levantamos del banco y me acerco a mis primas que, abrazadas, lloran. Me uno al abrazo que tanto necesito en este momento y durante unos instantes ahí permanecemos las tres, unidas por un abrazo, dejando a la luz nuestro pesar mientras nos consolamos las unas a las otras. Cuando nos separamos es porque ha llegado el momento de seguir, tras el coche, el camino que nos lleva al crematorio. Miro al cielo con mis ojos que sollozan, está chispeando. Llegamos, y mientras esperamos papá y yo vamos a ver a su padre, enterrado allí. Le dejamos un pequeño ramito de flores que hemos comprado para él y quitamos las flores secas que han caído en el olvido. Mientras miro las flores que ahora reposan sobre la tumba de mi abuelo paterno, recuerdo que mamá me dijo una vez que las flores favoritas de su padre siempre fueron las lilas. Ahora entiendo por qué siempre hubo lilas creciendo en el campo... Volvemos con los demás y mamá sostiene la urna. Nos despedimos, y mientras nos dirigimos a Constantina, mamá no habla. Papá y yo cortamos el ambiente charlando, yo procurando olvidar por un momento el sentimiento de dolor que me inhunda. Llegamos, nos situamos tras la iglesia, un lugar escondido. Papá saca una pala y hace un hoyo en la tierra. Mamá esparce las cenizas con pesar. Papá las entierra y le planta unas flores encima, no sé si para disimular o para decorar. Creo que ambas cosas... Tras unos minutos volvemos al coche; volvemos a casa. Miro la cinta negra que está atada a mi brazo y lo único que pienso es que desearía que nada de esto hubiera sucedido, y que ahora, en los corazones de cada uno que lo conoció, está escrito: Rafael Sánchez Lozano, 1921-2010. D.E.P.

domingo, 29 de abril de 2012

Posdata: Te quiero.

Te acercas a mi con una sonrisa y me dedicas tu mirada. Pones tu mano en mi hombro, me dedicas otra mirada... Me derrito por dentro sin poder abrazarte como tanto deseo. Quiero poder mirarte a los ojos y que sepas que están llenos de amor. Quiero poder susurrarte al oído que nunca te voy a dejar escapar, que eres mi único deseo en la vida. Quiero que podamos ir de la mano por la calle, que podamos sentarnos juntos, que seamos una simple pareja más... Me gusta que me mires sonriendo mientras cuentas cualquier cosa que te ha pasado. Me gusta pensar que quieres estar conmigo a pesar de... todo. Sueño contigo cada noche, pienso en ti cada segundo de mi vida y no puedo hablar contigo pensando que somos más que amigos. Posdata: Te quiero.